Al final de nuestra última tertulia del año, y mientras degustábamos los polvorones y mantecados que nos trajo Toñi (¡riquísimos, gracias Toñi!), nuestra querida Maruja nos recitó, con la emoción que siempre pone, este bonito poema escrito por ella:                      
  
Anoche yo tuve un sueño,
 y soñé que yo soñaba,
 y en esa inquieta vigilia
 una paloma volaba
 en medio de un pueblo yermo,
 un pueblo triste, sin alma,
 sin niños y sin mujeres,
 sin hombres, vacías las casas.
 Fui detrás de la paloma,
 quise cogerla, tocarla,
 y ella movía la cola,
 me hacía señas con sus alas
 como si quisiera hablar:
 algún mensaje me daba,
 pero yo no lo entendía.
 Sin embargo, ella lloraba
 dando vueltas en mi entorno,
 era muy cerca del alba.
 Y en la noche, ya vencida,
 ovillada entre las sábanas, 
 temblando de miedo y frío
 en el borde de mi cama,
 sentí un fuerte palpitar
 que me abría las entrañas.
 Entonces, yo comprendí
 el mensaje que me daba
 cuando agitaba la cola
 llamándome con sus alas.
 Y lloré con desconsuelo,
 con desconsuelo y tal rabia,
 que me maldije a mí misma
 por no saber hacer nada.
 Era un grito de dolor
 por las gentes ignoradas
 de tantos pueblos vacíos
 de pan, justicia y palabras;
 de esperanzas y certezas,
 de un amanecer sin faltas.
 Desde entonces yo no duermo,
 quiero pensar que, mañana,
 unidos hombro con hombro
 todos los pueblos del mapa,
 salgamos a reclamar
 sin fronteras, ni alambradas,
 sin diferencias de clases,
 ni diferencias de castas,
 con gesto de amor y entrega,
 equidad, trabajo y gracia,
 para todos los que sufren,
 para los que no tienen nada.
 Y decirle a la paloma:
 vuela tranquila, con calma,
 que el mensaje que me diste
 se gestó tan bien en mi alma,
 que no cayó en tierra yerma:
 ¡ya han germinado las plantas!
 ¡No te aflijas!
 No vuelvas más a llorar,
 que los pueblos se han colmado
 de amor y fraternidad.
 Las casas están saciadas,
 los niños duermen en paz
 porque sus padres trabajan
 y ahora no les falta pan.
 Ya no hay odio ni rencores,
 reina la felicidad,
 al ver reír a los niños
 porque vuelven a jugar.
 Tiende tus alas al viento,
 lleva el mensaje de paz
 a los cinco continentes,
 ¡grítalo hasta desmayar!
 No demores, vuela libre,
 y, en un destello fugaz,
 sube presto a las alturas,
 ¡goza de tu libertad!
 (Sueño en la noche, 
 de María Martínez Segura)
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