lunes, 3 de diciembre de 2018

La vida negociable, de Luis Landero

A propósito de la tertulia sobre la novela La vida negociable, de Luis Landero, que tuvo lugar el pasado día 20, nuestra compañera Irene ha escrito esta interesante reflexión:

DOCE MUJERES SIN PIEDAD



Aunque resulta obligado partir de la base y dejar claro que ninguna conducta que roce lo delictivo puede encontrar razón alguna que la ampare y justifique, también es oportuno señalar que, tras escuchar las numerosas  opiniones sobre el polémico protagonista de “La vida negociable”, me sigue planteando dudas su “VEREDICTO DE CULPABILIDAD”.

Es más, la última reunión aportó claves interesantes, no para (desde un punto de vista legal) absolver a este personaje-reo, sino para (desde un enfoque psicológico) tratar de indagar en las causas últimas que motivan su incorrecto proceder. Convendría quizá bucear en los porqués para comprender y explicar pero sin ánimo de entrar a valorar si, socialmente, su malvada conducta es o no reprobable o tratar de juzgar si, jurídicamente, su delictiva trayectoria es o no condenable.

Y es que para analizar con total objetividad es preciso reunir diversos elementos de juicio y para ello, tal vez sea conveniente traspasar el plano de mero lector para atreverse a ocupar durante 333  páginas el complejo papel de Hugo, ese controvertido sujeto capaz de generar al tiempo una fatal-atracción mezclada con una lógica-repulsa. Una morbosa mezcla que atrapa (a las pruebas me remito pues a su paso por La Tertulia centralizó el debate y logró desplazar el interés sobre el resto de personajes).

Solo si nos ponemos en la piel de este individuo y hacemos una regresión a los traumas de su infancia podremos “entender” qué siente, en qué medida sus turbulentas circunstancias condicionan la perversa evolución de su personalidad y hasta qué punto sus negativos pensamientos lo inducen a refugiarse en la maldad. Bien entendido que entender no implica directamente exculpar, menos aún absolver. Lo que no admite duda es que convierte la transgresión en su leitmotiv y su predilección por lo prohibido le conduce a acomodarse y recrearse en ella.

Cuando a temprana edad descubre un secreto familiar inconfesable emprende una particular venganza contra un hecho que, desde su infantil óptica, registra como alta traición. Idea como vil estrategia poner precio a su silencio y utiliza esa oculta información como moneda de cambio para adquirir poder y dominio. Conseguidos éstos, alimenta su ego y satisface el principal rasgo de su fuerte carácter, la ambición. Esta cualidad-defecto va en aumento conforme avanza la novela y es precisamente esa ambición desmedida la que lo empuja a un imparable descenso desde la trastada a la travesura, de ésta a la canallada, desde aquí un paso al delito… hasta ir cayendo en picado en el oscuro vacío de la maldad.

Sin restar importancia a la gravedad de sus acciones y sin negar ese componente maligno innato a su persona, debo reconocer que este sombrío sujeto me inspira más compasión que odio, más lástima que rechazo. Y ello porque como afirma de sí mismo “se encuentra aferrado a sus miserias” (página 132), sin posible escapatoria. Siendo así, me pregunto:

¿Existe un “negocio con la vida” más ruinoso que éste? ¿Hay mayor condena que vivir preso de esta esclavitud? Malhechor probado sí… Pero esa obsesiva rebeldía es ¿con o sin causa?
Nadie está a salvo de sufrir en un momento dado un descontrolado vaivén que altere nuestro aparente equilibrio emocional. Quién sabe si esa fe ciega que a menudo depositamos en lo que consideramos inquebrantables y sólidos valores, puede algún día verse truncada si aparece, de forma repentina, una circunstancia que escapando a todo lo previsto hace rotar nuestra íntegra personalidad en un radical y vertiginoso giro de 180°. Si este hecho se produjera, es posible que la distinción bien y mal quede desdibujada y confusos sus límites.

Luego no me atrevería a emitir un juicio de valor sin riesgo a equivocarme… Ahora bien, si a pesar de todo lo dicho (y recordando el desarrollo de la anterior reunión) fuera menester comparecer como jurado y pronunciar un veredicto, considero sería oportuno solicitar que la composición del mismo quede conformada por un número equivalente de hombres y mujeres, con objeto de que la votación final resulte compensada y sea representativa. Puesto que esta circunstancia no concurrió el pasado martes (prevaleciendo el voto femenino), propongo nueva deliberación y sugiero un repaso más detallado de este entretenido “sumario novelado” escrito y rubricado, con ágil pluma y original estilo, por LUIS LANDERO.

Por cierto, no sería de extrañar que después de una segunda lectura, junto al procesado Hugo, ocuparan también merecido asiento en el banquillo de los acusados algún que otro personaje copartícipe de la historia para ser ajusticiados como “PRESUNTO CULPABLE”.

Irene Sánchez