lunes, 21 de noviembre de 2011

Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez

 

(Pasa el ratón por cada imagen para leer una descripción)

Platero y Juan Ramón Jiménez Platero (Benjamín Palencia) Platero con la corona de perejil y los niños Platero y Juan Ramón (Rosa - Alumna colegio Pablo Sorozábal - Móstoles) Platero se muere (Mario Ramírez - Alumno colegio Juan Carrillo - Ronda) Platero - Dibujo de Benjamín Palencia Platero y Juan Ramón leyendo Monumento a Platero en Moguer (Casa-Museo de J.R.J.)

Platero, tú nos ves, ¿verdad?
Platero, ¿verdad que tú nos ves? Sí, tú me ves. Y yo creo oír, sí, sí, yo oigo en el poniente despejado, endulzando todo el valle de las viñas, tu tierno rebuzno lastimero…

(Platero y yo, cáp. CXXXIII, Nostalgia)

 

Platero y yo se publicó por primera vez en 1914, en una edición reducida para niños. Conformaban aquella primera edición sólo 63 capítulos, de los 138 que tiene la obra completa, publicada posteriormente, en 1917. Es importante este detalle: Platero y yo no es un libro “para niños”. Esa primera edición infantil se publicó con capítulos seleccionados, pero no escritos a propósito para niños.

Los capítulos son breves cuadros en los que el poeta nos habla de alguna faceta de la vida en Moguer: el paisaje, sus gentes, sus costumbres, las fiestas, el modo de vida… El libro es como un retablo, donde Juan Ramón Jiménez nos muestra Moguer, pero sobre todo, nos muestra su alma.

El autor se dirige a su burro, Platero, a quien hace confidente de sus sentimientos y de sus emociones. Todavía, en 1935, el poeta escribía:

“Te sigo prefiriendo, Platero, para todos los días (¡te lo dije tanto!) a cualquier otro amigo hombre. […] Te prefiero como a un niño. Porque tú, como tú, un niño, un perro también, como Almirante, mi caballo marismeño, me das la compañía y no me quitas la soledad (esto que también te digo tanto) y al revés, me consientes la soledad y no me dejas sin compañía.

Platero y yo es un poema en prosa, seguramente el mejor que se haya escrito en castellano, a decir de los entendidos. Su lenguaje lírico conmueve al lector y, muchos pasajes, inolvidables, están llenos de comunión con la naturaleza y de ternura. Esta es, para mí, la palabra que mejor resume lo que Juan Ramón Jiménez me hace sentir en esta obra: ternura.

Más allá de la forma, del lirismo, y de las emociones que provoca, Platero y yo tiene una lectura más profunda: la que nos habla del krausismo y de los ideales de la Institución Libre de Enseñanza, a cuyo fundador y director, Francisco Giner de los Ríos, frecuentó el poeta.

Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Moguer, 1881 – S. Juan, Puerto Rico, 1958
Premio Nobel de Literatura en 1956

Hay dos páginas webs de referencia en Internet sobre Juan Ramón Jiménez:

-> www.juanramonjimenez.com

En esta página, la familia del Nóbel, intenta aglutinar a todos aquellos lectores y devotos de Zenobia y Juan Ramón, admiradores de sus vidas y sus obras.

-> http://www.fundacion-jrj.es

Página de la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez.
Completa información sobre la vida del poeta y su esposa, así como de su obra.
Como curiosidad, dispone de varias grabaciones con la voz de Juan Ramón Jiménez recitando algunos de sus poemas:

http://www.fundacion-jrj.es/juan-ramon-jimenez/escucha-a-juan-ramon/

domingo, 6 de noviembre de 2011

"LA CONJURA DE LOS NECIOS" de John Kennedy Toole


Nos encontramos ante una novela que yo catalogaría como distinta y que a mí me ha sorprendido muy gratamente, se trata de “La conjura de los necios” escrita hacia 1962 por John Kennedy Toole.

John Kennedy Toole nació en Nueva Orleáns en 1937. Según parece tuvo una infancia algo complicada a causa del carácter de su madre. Fue un gran estudiante y tras graduarse en la Universidad de Tulane se licenció en Lengua Inglesa en la Universidad de Columbia. Pasó un año como profesor asistente de inglés en la Universidad de Luisiana. Después se fue a Nueva York trabajando como profesor en el Colegio Hunter. Intentó conseguir un doctorado en Columbia, pero fue reclutado por el ejército en 1961 y destinado a Puerto Rico, donde escribió su novela y sirvió dos años, entre otras cosas enseñando inglés a los reclutas hispanohablantes. Regresó a Nueva Orleáns y dio clases en el Dominican College. También trabajó una temporada en una fábrica de ropa masculina e incluso anduvo con músicos y trabajó como vendedor callejero. Muchos de estos escenarios aparecen en su novela que él mismo consideró tras escribirla “una obra maestra”. Presentó la misma a varias editoriales, pero ninguna se atrevió a publicarla diciendo, por ejemplo “que no trataba de nada”, cuando en realidad la razón sería que era posiblemente demasiado directa, descarnada y crítica. Estas negativas le hicieron caer en una fuerte depresión que lo llevó a la bebida, a descuidar sus actividades profesionales y a sentirse un completo fracasado, finalmente se suicidó en 1969 poniendo un extremo de una manguera en el tubo de escape de su coche y el otro en la ventanilla. Dejó una nota de suicidio, que fue destruida por su madre, Thelma Toole, quien consiguió que el escritor Walter Percy leyera la novela de su hijo, el cual se sintió rápidamente entusiasmado con ella que consideró genial, así consiguió su publicación en 1980, escribiendo él mismo el prólogo. Autor y novela recibieron en 1981 el Premio Pulitzer a título póstumo y el premio a la mejor novela extranjera en Francia en ese mismo año. Otra novela completa la producción de este autor, “La Biblia de Neón”, que escribió con 16 años y que siempre consideró demasiado juvenil para intentar publicarla. Al final vio la luz, gracias al éxito de la anterior, en 1989.

El título hace referencia a una cita de Jonathan Swift: “Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. El genio en este caso es un tipo muy particular, Ignatius J. Reilly (posible caricatura de su creador), uno de esos personajes que no se olvidan con facilidad, excéntrico y estrambótico y que a su pesar un buen día se ve obligado a buscar trabajo para poder pagar una deuda.
 “Sólo me relaciono con mis iguales, pero como no  tengo iguales no me relaciono con nadie” esta frase dicha por el protagonista, lo describe perfectamente. Ignatius es un inadaptado social, dentro de los parámetros de la sociedad en la que se mueve, donde para él los inadaptados son los demás. Dice vivir en un siglo que aborrece, vive a sus treinta años con su madre y se pasa el tiempo encerrado en su habitación, como una ballena varada, escribiendo en unos cuadernos marca “Gran Jefe” “una extensa denuncia contra nuestro siglo”. Ignatius es un tipo que da vida a todo el resto porque es único en su especie. Inteligente, ridículo, mentiroso, egoísta, glotón, sucio, auténtica “mosca cojonera” para todo aquel que se cruza en su camino. De hecho, creo que si nos lo encontráramos cara a cara probablemente nos consideraría unos degenerados, carentes de buen gusto y decencia, de teología y geometría.
Respecto al resto de los personajes cabe explicarlos con una pregunta que le hace el propietario de Levy Pants a su jefe administrativo Sr. González: “¿Dónde busca usted la gente que trabaja aquí? Nunca veo a gente como esta en ningún sitio” Y así es, yo nunca he visto personajes como estos en ningún otro sitio y ese es uno más de los encantos principales de la novela. Los diálogos son corrosivos a la par que desternillantes, reveladores de un excepcional dominio del idioma por parte del autor y de su coherencia para desarrollar y mantener la cohesión de las sucesivas acciones.

Es una novela disparatada, ácida y a la vez tremendamente inteligente, en la que Toole supo reflejar la sociedad que le tocó vivir en un tono burlón y crítico. Una tragicomedia donde las carcajadas aparecen más de una vez, pero también la amargura y la tristeza. Pienso que es una novela imprescindible de verdad para todo buen aficionado a la literatura, una novela que hay que leer con calma, disfrutándola en todo momento.