¡Ole, Maruja, ahí queda eso!
Muchas gracias por tu gran humanidad y sensibilidad, pero, también, por tu sentido del humor.
Hoy,
señores componentes,
de
una tertulia especial,
con
detalle y con destreza
les
quisiera relatar
este
romance manchego
que
harto me hizo pensar,
acaecido
en Albacete:
ciudad
llana y de solaz.
En
la Biblioteca Pública
se
dispuso celebrar
la
quincenal reünión,
que
de un libro iba a tratar.
Dicho
libro era, en cuestión,
muy
difícil desglosar,
porque
fue la primer vez
que
este autor se iba a tocar.
Y,
entre saludos y besos,
parabienes
y demás,
todos
los allí presentes
deseaban
comenzar.
Era
tarde calurosa,
mayo
estaba a reventar
de
flores y de gramíneas:
el
sol iba a declinar.
Por
los gestos y miradas
se
prestaba a sospechar
que
la sesión sería dura:
complicada
de abordar.
Su
escritor era Faulkner,
ya
se pueden figurar
que
un autor de tal grandeza
daría
mucho que pensar.
En
un alarde de ingenio
y
aguda sagacidad,
pudieron
sacarle en claro,
saltando
de alante a atrás,
omitiendo
puntuaciones
y
regla gramatical,
gracias
a su conductora,
componente
sin rival,
que
despejó muchas mentes
con
su clase magistral.
Entre
varias opiniones,
que
exponía cada cual,
una
voz se hizo presente
queriendo
participar.
Mas
de pronto la reunión
se
tuvo que demorar
porque
aquella intrusa voz
solo
pudo “far fu llar”.
La
sesión se quedó muda,
no
se oía ni respirar;
y al
cabo de unos segundos
todos
querían ayudar
a
aquella atrevida voz
que
a todos vino a asustar.
El
bueno del Director,
a
punto de fatigar,
se
marchó a todo correr
para
poderla auxiliar.
Y,
sin melindres ni ambages,
y
sin pensárselo más,
le
llevó agua embotellada
de
un famoso manantial.
Entonces
se armó el barullo
al
ver la voz reaccionar,
porque
algunos se empeñaban
de a
su casa acompañar.
Entre
palabras de aliento
y
risas para alegrar,
la
oferente algarabía
terminó
por silenciar.
Y el
grupo, ya más tranquilo,
cuando
empezó a relajar,
al
bar de enfrente se fue
a
cumplir con su yantar.
Y
aquí termina el romance
de
ese evento peculiar,
que
fui testigo directo
sin
poderlo remediar.
Y
ahora, si me lo permiten,
mil
gracias les quiero dar
por
tanta solicitud
y
por quererme escuchar.
(María Martínez Segura, junio 2017)
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