martes, 15 de diciembre de 2015
Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos
martes, 1 de diciembre de 2015
Crónicas marcianas, de Ray Bradbury
Si usted me pregunta si creo en el espíritu de las cosas usadas, le diré que sí. Ahí están todas esas cosas que sirvieron algún día para algo. Nunca podremos utilizarlas sin sentirnos incómodos. Y esas montañas, por ejemplo, tienen nombres... Nunca nos serán familiares; las bautizaremos de nuevo, pero sus verdaderos nombres son los antiguos. La gente que vio cambiar estas montañas las conocía por sus antiguos nombres. Los nombres con que bautizaremos las montañas y los canales resbalarán sobre ellos como agua sobre el lomo de un pato. Por mucho que nos acerquemos a Marte, jamás lo alcanzaremos. Y nos pondremos furiosos, ¿y sabe usted qué haremos entonces? Lo destrozaremos, le arrancaremos la piel y lo transformaremos a nuestra imagen y semejanza.
- No arruinaremos este planeta -dijo el capitán-. Es demasiado grande y demasiado hermoso.
-¿Cree usted que no? Nosotros, los habitantes de la Tierra, tenernos un talento especial para arruinar las cosas grandes y hermosas…
Aunque siga brillando la Luna (Crónicas marcianas)
Más que una novela, Crónicas marcianas es un conjunto de relatos a los que Ray Bradbury tuvo que dar una apariencia de unidad y continuidad, condición que le puso el editor para ser publicados conjuntamente. Su hilo conductor es la llegada del Hombre a Marte y la colonización de este planeta por parte de los terrícolas, al tiempo que la Tierra se ve inmersa en una guerra atómica.
Los relatos, bastante desiguales en extensión, narran distintas facetas de esta colonización, comenzando en 1999, con los intentos fallidos de las primeras expediciones, y abarcando hasta el año 2026.
¿Puede escribirse ciencia-ficción y utilizar un lenguaje poético? La respuesta es que sí, y así lo demuestra Ray Bradbury en muchas páginas de estos relatos, en especial, en las que describe el paisaje marciano.
Puede decirse de Bradbury que sus relatos carecen del rigor científico que sí tienen otras obras de ciencia-ficción, pero no es el rigor científico lo que busca el autor. Porque Crónicas marcianas es una especie de parábola o reflexión sobre cómo se ha comportado históricamente el Hombre cuando ha descubierto nuevos territorios. Se trata aquí de Marte, pero antes fue la conquista de América, o la del Oeste norteamericano, o la colonización de África o de Asia. Siempre nos hemos acercado a lo nuevo desde la superioridad, no desde el respeto y el deseo de entendimiento. Siempre hemos sometido. Y aun cuando las primeras intenciones pudieran ser distintas, como dice Spender en el fragmento que encabeza esta entrada: “tenemos un talento especial para arruinar las cosas”.
Son varios los temas que trata Bradbury y, casi todos, desde un punto de vista de crítica social. Desde la falta de respeto por las civilizaciones descubiertas, hasta el exceso de tecnología que, ya en 1950, el autor detectaba como factor de deshumanización (“los marcianos se detuvieron donde nosotros debíamos habernos detenido hace un siglo”, dice Spender en otro pasaje).
También critica duramente Ray Bradbury el racismo, en el capítulo Un camino a través del aire, y nos ofrece un pequeño adelanto de sus temores sobre una sociedad con una rígida censura, que no permite el arte y quema sus libros. Tres años más tarde, publicará Fahrenheit 451, pero en el relato titulado Usher II, tenemos un esbozo de esa sociedad.
No falta tampoco el humor y, como muestra, el comienzo del relato Los hombres de la Tierra, con un casi “berlanguiano” primer encuentro entre los terrícolas y un ama de casa marciana.
Otros relatos que merecen ser destacados, desde mi punto de vista, son La tercera expedición, La mañana verde, El marciano, y los cuatro últimos, sin excepción: Los pueblos silenciosos, Los largos años, Vendrán lluvias suaves y El picnic de un millón de años.
Vendrán lluvias suaves es un desgarrador relato que describe el funcionamiento automático de una casa robotizada en la Tierra durante mucho tiempo después de que sus habitantes hayan muerto por la guerra atómica. En él, Bradbury incluye este precioso poema de Sara Teasdale, que habla de lo poco que le importará a la Naturaleza que el Hombre desaparezca.
Vendrán lluvias suaves y olores de la tierra,
y golondrinas que girarán con brillante sonido;
y ranas que cantarán de noche en los estanques
y ciruelos de tembloroso blanco,
y petirrojos que vestirán plumas de fuego
y silbarán en los alambres de las cercas;
y nadie sabrá nada de la guerra,
a nadie le interesará que haya terminado.
A nadie le importará, ni a los pájaros ni a los árboles,
si la humanidad se destruye totalmente;
y la misma primavera, al despertarse al alba
apenas sabrá que hemos desaparecido.
(Sara Teasdale)
lunes, 16 de noviembre de 2015
Del color de la leche, de Nell Leyshon
“éste es mi libro y estoy escribiéndolo con mi propia mano…”
Como si de un mantra se tratase, la protagonista de Del color de la leche repite, al comienzo de cada capítulo, esta frase. Y también nos recuerda en cada capítulo que está escribiendo en el año de 1831, y que se llama Mary, y que puede deletrear su nombre: eme, a, erre, i griega.
No parece nada extraordinario hoy en día, pero, que en la Inglaterra rural de 1831, una niña de familia humilde, hija de granjeros, cuya vida estaba destinada solo a trabajar en el campo, aprenda a leer y a escribir, y pueda contarnos la historia de su vida, eso sí que es extraordinario. Es normal que Mary se sienta orgullosa de poder hacerlo, aunque la historia de su vida no haya sido agradable precisamente.
Mary es la menor de cuatro hermanas y no ha recibido ni una pizca de amor de sus padres. Al contrario, al duro trabajo en la granja se suman un padre cruel y una madre impasible ante el sufrimiento de sus hijas. Tan solo el abuelo, impedido ya para trabajar, parece quererla. Y tan solo para él tiene Mary gestos de cariño.
Mary es enviada a servir en la casa del vicario. Allí, su carácter decidido y su sinceridad sin filtros serán la alegría de los últimos días de vida de la esposa del vicario.
Este se ofrece para enseñar a Mary a leer y escribir, pero, como podemos leer en la contraportada del libro:
“En las escasas ocasiones en que las personas logran liberarse de las cadenas que las atan, suelen, inmediatamente después, quedar sujetas a otras nuevas.” (Elías Canetti)
Mary consigue leer y escribir, pero la historia que tiene que contarnos es terrible. Como la de tantos millones de vidas que han quedado sin contar a lo largo de la Historia.
Es Mary quien nos cuenta, pues, su historia. Nell Leyshon se ha esforzado por “desaparecer” totalmente de la novela. Así, el texto está escrito sin mayúsculas, con los signos de puntuación, a veces, cambiados, y con un lenguaje espontáneo, casi igual al hablado. Pierde un poco de credibilidad al no tener faltas de ortografía, pero pienso que el lector se olvida de ese detalle.
Sin embargo, a pesar de ese lenguaje, podríamos decir coloquial, de vez en cuando nos encontramos con una descripción o una reflexión sorprendentes. Incluso se observa una mayor elaboración en la forma de narrar a medida que avanza la novela.
“a veces tener memoria es una buena cosa, porque ahí está la historia de tu vida y sin ella no habría nada, pero otras veces tu memoria guarda cosas que preferirías no volver a saber nunca y, por mucho que intentes quitártelas de la cabeza, siempre vuelven.”
Es evidente que, no solo en la perspectiva desde la que la historia está narrada, sino, sobre todo, en el hecho de que sea la propia Mary, que acaba de aprender a leer y escribir, quien nos la cuente, radica el principal logro de la novela.
La sabiduría de Nell Leyshon ha sido quedarse en segundo plano y ceder la palabra a Mary.
jueves, 29 de octubre de 2015
La lluvia amarilla, de Julio Llamazares
Hace ya doce o trece años que comentamos en La Tertulia La lluvia amarilla. Ha sido, quizá, la novela que más huella me ha dejado de cuantas hemos leído y, por ello, este año propuse que volviéramos a leerla.
Esta segunda lectura ha sido igual de placentera y, al mismo tiempo, igual de dolorosa que la primera. La historia de Andrés, –solo al final conocemos su nombre-, el último habitante, el último superviviente de Ainielle, se lee con el corazón encogido. Solo queda él, sin otra compañía que la de su fiel perra, sus recuerdos y sus muertos.
Desde el principio, la novela te atrapa. Andrés, en el último día de su vida, imagina cómo será el momento en que los habitantes de otros pueblos suban a Ainielle para buscarle y enterrarle.
Toda la novela es un monólogo del protagonista, que nos va contando cómo todas las casas del pueblo se fueron cerrando, marchando sus habitantes en busca de una vida menos sacrificada. Los pocos que quedaron, han ido muriendo. La última, su mujer, Sabina, que se suicidó dejándolo ya completamente solo.
La muerte de Ainielle es la muerte de una forma de vida que pertenece ya al pasado. Así lo han entendido los vecinos que se han ido yendo, incluido el hijo de Andrés, que se marchó en contra de la voluntad de su padre, quien veía en él la última esperanza de que su casa y, quién sabe si también el pueblo, sobreviviesen. Por eso le dice las palabras que hoy en día nos parecen tan duras y descarnadas, dichas por un padre a su hijo:
“Se lo había dicho claramente el primer día. Si se marchaba de Ainielle, si nos abandonaba y abandonaba a su destino la casa que su abuelo había levantado con tantos sacrificios, nunca más volvería a entrar en ella, nunca más volvería a ser mirado como un hijo.”
La lluvia amarilla, la metáfora que da título a la novela, aparece de manera recurrente. Partiendo de la imagen, más evidente, de las hojas muertas de los árboles cayendo en el otoño, la lluvia amarilla simboliza el olvido, el paso del tiempo, la decrepitud. El amarillo es el color de todo eso. Y es también el color de las fotografías cuando envejecen, de los recuerdos que se diluyen en la memoria tras tantos años. Y el color de las pesadillas, de las visiones, de la locura y el delirio que provoca la soledad.
Pero, si la historia araña el corazón, la prosa de Julio Llamazares es lo que provoca el placer del lector. Y es que cada página de La lluvia amarilla es pura poesía, pura Literatura. Paisajes, emociones, pensamientos, todo está descrito con tal belleza, que leemos la novela con el corazón herido por la tristeza de lo que se cuenta, pero aliviado por el bálsamo de la poesía.
EL ORIGEN DE LA LLUVIA AMARILLA
El 31 de diciembre de 1986, Julio Llamazares publicaba en el periódico El País un relato breve titulado Nochevieja en Ainielle. Fue el origen de lo que, dos años después, se convertiría en novela. Este es el relato:
--> Nochevieja en Ainielle (El País, 31-12-1986)
EL AINIELLE REAL
Ainielle es un pueblo del Pirineo aragonés que existió de verdad. Y existe, aunque ya hace tiempo que abandonado y en ruinas. Hace unos años, se emitió este reportaje en Televisión Española. Después de haber leído La lluvia amarilla, y haber acompañado hasta el final a su último habitante en la novela, es emocionante escuchar los testimonios de los últimos habitantes del Ainielle real.
--> Ainielle tiene memoria (reportaje emitido en TVE)
OTROS CLUBES DE LECTURA…
Comentarios de otros clubes de lectura que también han leído La lluvia amarilla:
--> Biblioteca de Piedras Blancas (Castrillón, Asturias)
--> Club 1001 lectores (club de lectura en Internet)
--> Club de lectura Sancho III (Nájera, La Rioja)
Este último club hizo llegar a Julio Llamazares sus comentarios y el autor les contestó lo siguiente:
Querido amigo:
Muchas gracias por su carta y por los comentarios que me envía en ella sobre La lluvia amarilla.
Aunque no lo crea, valoro mucho más éstos que los de los presuntos críticos prestigiosos.
Un saludo y recuerdos a las personas de su club.
Julio Llamazares
lunes, 19 de octubre de 2015
La vida era eso, de Carmen Amoraga
martes, 6 de octubre de 2015
El guardián invisible, de Dolores Redondo
Comenzamos esta temporada con la primera entrega de la Trilogía del Baztán, que se completa con El legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta.
Es en este valle navarro donde se desarrolla la novela y, en ella, la inspectora Amaia Salazar debe resolver una serie de crímenes en los que las víctimas son siempre niñas-adolescentes.
He nombrado el valle del Baztán antes que a la protagonista porque el paisaje navarro adquiere en la obra una gran importancia. No es ya solo que Dolores Redondo dedique muchas páginas a describir los bosques y montes del Baztán, sino que en la novela aparecen también personajes de la mitología vasco-navarra, supuestos habitantes de esos parajes, que, real o imaginariamente, forman parte de la trama.
La investigación lleva a la inspectora Salazar a Elizondo, la capital del valle del Baztán, que “casualmente” es su pueblo natal y donde vive su familia. La investigación se mezcla, así, con la propia historia de la protagonista, sus recuerdos y traumas de infancia, y un secreto que no ha contado ni a su propio esposo.
Parecen buenos mimbres para escribir una historia que atrape al lector. Sin embargo, y aquí viene la opinión personal, pienso que la novela, tras un buen planteamiento, flojea y mucho. El interés por la investigación se estanca, decae, en beneficio del interés por la historia personal de Amaia. Aparecen cabos que permanecen sueltos al acabar el libro. No se entiende qué pintan los personajes mitológicos, que, a ratos, parecen formar parte de la trama. El final da la sensación de haber sido escrito de urgencia o tener añadidos de última hora.
Parece, en suma, que a la autora se le ha ido de las manos su historia. No obstante, en algunas páginas me ha dejado la sensación de que podemos esperar mucho más de ella, de que aquí puede haber una buena escritora.
Sin embargo, es casi seguro que en la tertulia habrá opiniones totalmente opuestas a la mía.
martes, 11 de agosto de 2015
Fin de la temporada 2014-2015
domingo, 1 de febrero de 2015
El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros:
los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas...
lunes, 19 de enero de 2015
La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa
En cierta ocasión, unos periodistas estadounidenses le preguntaron al dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo qué pensaba que ocurriría en su país cuando él ya no estuviera. La respuesta fue:
- Primero, el caos; luego, los americanos; después… otro peor que yo.
Desde luego, la respuesta retrata al personaje, un tirano egocéntrico y megalómano, que gobernó durante 31 años la República Dominicana ejerciendo un poder absoluto en todos los ámbitos y reprimiendo con gran crueldad cualquier conato de resistencia.
La novela de Vargas Llosa gira en torno a la fecha del 30 de mayo de 1961, día en que Trujillo fue asesinado (o ajusticiado). El autor desarrolla tres tramas, perfectamente engarzadas:
Por un lado, Vargas Llosa nos cuenta el último día de la vida de Trujillo desde el punto de vista del dictador. Se nos muestra cómo pensaba, con qué desprecio trataba a las personas, incluso a sus más allegados colaboradores, y se aprovecha para dar un repaso retrospectivo a la época histórica de su mandato.
Una segunda trama nos presenta a los conjurados, en especial, a los autores materiales de la muerte de Trujillo. Mientras asistimos a la tensa espera, la noche en que emboscaron al tirano, Vargas Llosa nos presenta a cada uno, y nos da a conocer los motivos de cada cual para participar en la conspiración.
La tercera trama tiene como protagonista a Urania Cabral, hija del senador Agustín Cabral, leal colaborador de Trujillo, caído en desgracia poco tiempo antes del asesinato del “Jefe”. Ya en la década de los 90, Urania vuelve a Santo Domingo, a donde no ha vuelto desde 1961. Por boca de Urania, conocemos, al tiempo que su tía y sus primas, los terribles motivos que la hicieron marcharse del país.
Vargas Llosa maneja con gran maestría estos tres planos, utilizando la técnica de múltiples perspectivas, para dejarnos un retrato bastante completo de la época trujillista y del asesinato del dictador.
No se trata de una novela histórica, aunque está muy bien documentada, y la mayor parte de lo que cuenta son sucesos históricos. Por ejemplo, los personajes de Urania Cabral y de su padre, son inventados, aunque, tras leer la novela, y conocer mejor el régimen trujillista, los creemos perfectamente posibles.
En resumen, se trata de una novela dura, porque Vargas Llosa no ahorra detalles en la descripción de crímenes y torturas, pero muy interesante y de gran calidad. Personalmente, creo que entra dentro de la categoría de novelas que no se olvidan con el paso del tiempo.